El último Amorántico
Poemas
Juan Víctor Sánchez Pérez
(Jonvic)
Voz: Juan Víctor Sánchez Pérez
Prólogo: Sacha Criado
Duración : 30 Minutos
Música: Lena Selyanina, Shane D Rymer, Aufklarung & Harold Azmed (cc:by-sa)
FX: Audiolibro.org
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Las palabras no viajan como la luz, en línea recta, más bien van dando tumbos, como las bolsas de plástico que el viento lleva y trae a su capricho.
Es por ello que “El último amorántico” se compone de trozos, de jirones de palabras que se unieron de la mano de Miguel Gamazo, entresacadas de otro montón de ellas que a su vez quedaron reunidas de casualidad, como un poso, como el azar quiso, desde el torrente de palabras que escribo, o mejor dicho, desde el río de palabras que se dejan atrapar por mi pluma y caen en la telaraña de los papeles en blanco.
Así, estos 500 versos resultan ser una “mini-antología” de toda “mi obra”, si es que se puede poner el posesivo al que se limita a traducir sentimientos.
No es pues cuestión de tomar este libro como algo unívoco que posea coherencia intrínseca, sino como pinceladas de distintas épocas y distintos estilos.
Espero que lo disfrutéis. Un abrazo.
Juan Víctor Sánchez Pérez
Nota:
No quisiera dar por terminado este «guiño de palabras» sin nombrar desde el recuerdo y, por lo tanto, desde el cariño, a esos hombres a cuyos «hombros de gigantes» me he ido subiendo, como el mono se sube a los árboles desde pequeño, sin ser muy consciente de el cómo y el porqué.
Así, he tenido el placer de tener amigos como Waldo Santos, cuyas inolvidables tardes-noches de sopas de pastor y poesía eran todo un Ateneo inolvidable; Patxi Acevedo, de confesión vinoautista, que a buen seguro andará por la viña del Señor dando guerra y que me enseñó una perspectiva distinta de la vida; Ramón Abrantes, dueño de las curvas y gran tertuliano; Luis Quico, con su sentido del humor siempre vivo, como los colores de sus obras; Claudio Rodríguez, el hombre de la profunda mirada y la voz estrellada, que no dudó en su día en animarme para publicar mis poemas; Remigio González (Adares) el poeta de El Corrillo en Salamanca, que nos recordaba a todos que la poesía es necesaria; mis conversaciones con él eran agradablemente interminables; Pepe Bernal, que me enseñó latín, en todo el amplio sentido de la frase y en fin, a mi abuelo D. Leoncio, el practicante, que fue lo más parecido a un artista que he tenido en mi familia y cuyo Ser rezumaba en sí mismo poesía.
Todos, Hombres de una pieza, monolitos que sostienen el horizonte, ramas sin cuya existencia el árbol sería un simple tronco.
A todos ellos, que en PAZ descansen y mil GRACIAS, que a los vivos ya se las daré de viva voz.
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Edición impresa: Cubierta y Contracubierta