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La Tierra de AlvargonzálezCampos de Castilla
Antonio Machado
Voz: Carlos Alberto Lara Carranza
Duración: 30 Minutos
Selección musical: Gelosoft

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Antonio Machado (1985-1939)

El sevillano Antonio Machado Ruiz es el poeta más importante y popular de La Generación del 98. A los ocho años de edad dejó Andalucía junto a su hermano Manuel para continuar sus estudios el Instituto Libre de Enseñanza (ILE) de Madrid. Años más tarde, Antonio se dejaría llevar por un Madrid ocioso y bohemio hasta que en 1899 tuvo la oportunidad de acudir a París a trabajar en una editorial en la que ya estaba su hermano Manuel Machado. Allí conoció a poetas como el francés Paul Verlaine, al nicaragüense Rubén Darío o al donostiarra Pío Baroja. De vuelta a Madrid, Antonio Machado publicaría en 1903 su primer libro de poemas: Soledades. Ya desde este momento se hizo patente un talento y estilo modernista único que marcaría una obra literaria que sorprendería al mundo con una poesía sobria, próxima, sencilla y humana que nunca dejará de agradar a todos los lectores u oyentes que se aproximen a este emblemático poeta.

Retrato de Antonio Machado

La tierra de Alvargonzález

Aunque La tierra de Alvargonzález fue publicado dentro de Campos de Castilla, otro de los libros más importantes de poesía de Antonio Machado publicado en 1912, a nosotros nos parece imprescindible publicar este inmenso romance como título único.

Portada del libro Campos de Castilla

La tierra de Alvargonzález rescata el Romancero español para contarnos una leyenda ambientada en las tierras altas de su querida Soria que probablemente tenga cierta veracidad histórica. Este extenso romance tiene como protagonista a un padre honrado y trabajador que es asesinado por sus propios hijos. Su cuerpo fue arrojado al bello y enigmático paraje de la Laguna Negra, próxima a Vinuesa (Soria); pero el fantasma del padre aparecerá para atormentar a los parricidas y llevarlos a ese mismo lugar en el que su alma no encuentra descanso

Queremos poner de manifiesto el excelente trabajo del narrador Carlos Alberto Lara Carranza en la adaptación de este complejo poema que gracias a una acertada ambientación musical renacentista se convierte en un audiolibro de obligada escucha. Deseamos que sea de su agrado.

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  AQUELLA TARDE

   I

Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.

Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.

 

   II

Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.

Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.

 

   III

A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.

Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.

Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.

Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento,
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.

 

   IV

Se encontró junto a la fuente
la manta de Alvargonzález,
y, camino del hayedo,
se vio un reguero de sangre.

Nadie de la aldea ha osado
a la laguna acercarse,
y el sondarla inútil fuera,
que es la laguna insondable.

Un buhonero, que cruzaba
aquellas tierras errante,
fue en Dauria acusado, preso
y muerto en garrote infame.

 

V

Pasados algunos meses,
la madre murió de pena.

Los que muerta la encontraron
dicen que las manos yertas
sobre su rostro tenía,
oculto el rostro con ellas.

 

VI

Los hijos de Alvargonzález
ya tienen majada y huerta,
campos de trigo y centeno
y prados de fina hierba;
en el olmo viejo, hendido
por el rayo, la colmena,
dos yuntas para el arado,
un mastín y mil ovejas.

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Campos de Castilla

ANTONIO MACHADO

GENERACIÓN DEL 98

Las encinas

enero 11, 2011 — Deja un comentario

Las Encinas
Poema
Antonio Machado
Generación del 98
Voz: Anna Antoñico
Duración: 5 Minutos
Música: Musopen (cc:by-nc-sa)
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Antonio Machado nació en Sevilla en 1875.

Obtuvo una cátedra de lengua francesa en el Instituto de Soria. Su obra está agrupada en Soledades, galerías y otros poemas, Campos de Castilla, Nuevas Canciones y Cancionero apócrifo de Abel Martín. En prosa escribió Juan de Mairena. Durante la guerra civil española tuvo que huir a Francia. Murió en un campo de concentración francés para refugiados en el año 1939. Los restos del poeta todavía descansan en el cementerio francés de Colliure.

La sobriedad y la sinceridad de las poesías de Machado, en las que aborda desde los temas más íntimos a las descripciones del austero paisaje castellano, lo acreditan como uno de los grandes poetas españoles contemporáneos. Machado logró imprimir a sus versos una hondura y una emoción poética difícilmente igualables: esto y su pesimismo respecto a la realidad española de su tiempo permiten clasificarlo entre los escritores de la Generación del 98.

Las encinas

¡Encinares castellanos
en laderas y altozanos,
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas;
humildad y fortaleza!
Mientras que llenándoos va
el hacha de calvijares,
¿nadie cantaros sabrá,
encinares?
El roble es la guerra, el roble
dice el valor y el coraje,
rabia inmoble
en su torcido ramaje;
y es más rudo
que la encina, más nervudo,
más altivo y más señor.
El alto roble parece
que recalca y ennudece
su robustez como atleta
que, erguido, afinca en el suelo.
El pino es el mar y el cielo
y la montaña: el planeta.
La palmera es el desierto,
el sol y la lejanía:
la sed; una fuente fría
soñada en el campo yerto.
Las hayas son la leyenda.
Alguien, en las viejas hayas,
leía una historia horrenda
de crímenes y batallas.
¿Quién ha visto sin temblar
un hayedo en un pinar?
Los chopos son la ribera,
liras de la primavera,
cerca del agua que fluye,
pasa y huye,
viva o lenta,
que se emboca turbulenta
o en remanso se dilata.
En su eterno escalofrío
copian del agua del río
las vivas ondas de plata.
De los parques las olmedas
son las buenas arboledas
que nos han visto jugar,
cuando eran nuestros cabellos
rubios y, con nieve en ellos,
nos han de ver meditar.
Tiene el manzano el olor
de su poma,
el eucalipto el aroma
de sus hojas, de su flor
el naranjo la fragancia;
y es del huerto
la elegancia
el ciprés oscuro y yerto.
¿Qué tienes tú, negra encina
campesina,
con tus ramas sin color
en el campo sin verdor;
con tu tronco ceniciento
sin esbeltez ni altiveza,
con tu vigor sin tormento,
y tu humildad que es firmeza?
En tu copa ancha y redonda
nada brilla,
ni tu verdioscura fronda
ni tu flor verdiamarilla.
Nada es lindo ni arrogante
en tu porte, ni guerrero,
nada fiero
que aderece su talante.
Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede.
El campo mismo se hizo
árbol en ti, parda encina.
Ya bajo el sol que calcina,
ya contra el hielo invernizo,
el bochorno y la borrasca,
el agosto y el enero,
los copos de la nevasca,
los hilos del aguacero,
siempre firme, siempre igual,
impasible, casta y buena,
¡oh tú, robusta y serena,
eterna encina rural
de los negros encinares
de la raya aragonesa
y las crestas militares
de la tierra pamplonesa;
encinas de Extremadura,
de Castilla, que hizo a España,
encinas de la llanura,
del cerro y de la montaña;
encinas del alto llano
que el joven Duero rodea,
y del Tajo que serpea
por el suelo toledano;
encinas de junto al mar
?en Santander?, encinar
que pones tu nota arisca,
como un castellano ceño,
en Córdoba la morisca,
y tú, encinar madrileño,
bajo Guadarrama frío,
tan hermoso, tan sombrío,
con tu adustez castellana
corrigiendo,
la vanidad y el atuendo
y la hetiquez cortesana!…
Ya sé, encinas
campesinas,
que os pintaron, con lebreles
elegantes y corceles,
los más egregios pinceles,
y os cantaron los poetas
augustales,
que os asordan escopetas
de cazadores reales;
mas sois el campo y el lar
y la sombra tutelar
de los buenos aldeanos
que visten parda estameña,
y que cortan vuestra leña
con sus manos.

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